"LA IMPROBABLE HISTORIA ENTRE UNA BELLA MUJER Y UN HOMBRE SIMPLÓN" SEGUNDA PARTE.

Sobre las tres de la mañana abandonan el garito, dirigiéndose hacia la casa de ella.

Detiene el coche frente a la puerta de su chalet. Sin que se lo espere le invita a pasar. Las orejas se le iluminan y parecen tintinear como dos campanitas. Se adentran en la vivienda, y ella sube directamente por unas escaleras que conducen al dormitorio principal. Él, la sigue como en un éxtasis de alucinado, pues no termina de creérselo. Acceden a la habitación. Y en cuanto cruzan el umbral de la puerta, la coge por la cintura para besarla. La mujer se lo permite, ya que quiere comprobar como besa. "Besa mejor de lo que baila", piensa ella. Le aparta un poco bruscamente y se dirige hacia un tocador próximo a la cama. Se quita los pendientes y las pulseras para depositarlos sobre la superficie del pequeño mueble. Nuestro atolondrado sujeto se acerca hacia ella y la aborda por detrás rodeÁndola con sus brazos. Empieza a besarla el cuello. Y entonces, repentina e inesperadamente, en un movimiento vertiginoso, la vigorosa fémina se revuelve zafándose del hombre a su espalda; acto seguido le coge por una de las muñecas retorciéndole el brazo por detrás. En apenas un segundo y medio se ha situado a la espalda de su desconcertado agasajador. Nuestro curioso personaje siente que su brazo está totalmente paralizado. La voz que emerge desde atrás le dice muy fría y serenamente...

-" Primera regla de oro: Nunca me abordes por detrás... Me pone muy nerviosa. Sólo yo puedo abordarte por detrás... Quizás, algún día compruebes a que me refiero exactamente.
Estoy instruida en varias disciplinas de artes marciales... No te conviene incumplir mis reglas"

-" Ahhhh... ¡Joder me haces daño!"

Ella le retuerce y presiona un poco más el brazo.

-"¿Que dijimos sobre ese lenguaje?
-"Ahiiii.. Si si si... Vale, Vale..."

Le suelta el brazo.
Se sienta sobre la cama dolorido y gruñe entre dientes para dentro...

"Jo.. der... Cago en la ... Pu..ta... Estoy.. En la cama.. Con... El pu.. to  Bruce...Lee"
- "¿Qué mascullas entre dientes?
-" Nada, nada, que tengo el brazo que no lo siento..."

Se coloca frente a él y empieza a desnudarse muy ceremoniosa y pausadamente. Su cuerpo es tan esbelto que parece esculpido en mármol, pues irradia poder y perfección. Él, siente al contemplarlo una especie de alucinación consciente, no esperaba que siendo una mujer madura tuviese un cuerpo tan... Insuperable.
Le está regalando una visión muy corpórea pero los efectos que producen sobre sus sentidos son de naturaleza celestial... Se queda mudo, quizás por primera vez en su vida, se limita a admirar la belleza... O casi. Porque no puede evitar soltar un suspirante...

" ¡Joder!"

Ella se le acerca y le suelta una sonora bofetada.
ZAS!!!!!

-" ¡Una ordinariez más y te largas por donde has venido!"
-" Vale vale, lo siento"

Ella se muestra desafiante, arqueando su cuerpo desnudo y poniéndose una mano en la cadera, le dice en claro tono de sorna...

-" Mmmmm? Una pequeña llave de inmovilización, una bofetadita de nada.. Y... ¿Ya te rindes? ¿No se te habrá quedado paralizada otra cosa de la impresión, aparte del brazo? ... ¡Pobrecito!..."

Se levanta con rapidez del borde de la cama, va hacia ella, la abraza volviéndola a besar. Caen sobre la cama con él encima de ella. Pero en otra ágil y felina maniobra, la mujer se lo quita de encima poniéndose sobre el hombre, y agarrándole con sus manos por las muñecas. Nuestro simplón, cada vez  está más desconcertado, intenta liberarse pero le es imposible. La fuerza de está hembra madura es realmente increíble.

-" Segunda regla de oro: Aquí la que folla soy yo.
 Y yo soy la que está siempre encima. Mis manos tienen mucho poder, tanto para dar placer como para causar dolor... Lo que he hecho con tu brazo lo puedo hacer con tu polla, así que no te hagas el machito porque eso conmigo nunca funciona. Yo soy la que folla, y tu te limitas a dejarte follar... ¿Vas entendiendo?"
-" Oh.. Si si.. Claro... Como tu digas..."

Allí, sentada sobre él, inmovilizado por sus manos, unas manos tan suaves y finas pero al mismo tiempo con una insospechada fuerza, atrapándole como si fueran las garras de un gigante felino; diciéndole esas cosas que nunca había oído pronunciar a otra mujer, y la forma en que las pronuncia, con un tono de voz entre tórrido y autoritario... Su agresividad aterciopelada socava los cimientos del edificio de su convencional libido, poniéndolo del revés.
Se incorpora doblando una de sus rodillas. Le agarra el pene, y lo acaricia levemente con su vagina.

-" Tu pene, ahora mismo deja de ser tu pene para convertirse en mi nenita obediente" Zas Zas!!!

Abofetea el pene. Vuelve a estar sobre él.
Sus manos le aprietan el pecho, le clavan las uñas. Ahora le abofetea en la cara, y tapa su boca con una de sus  manos, pues está muy excitado, nervioso. Le suelta otra bofetada. Al taparle la boca, le obliga a respirar por la nariz, a expandir mas sus pulmones y llenarlos de aire, del mismo aire que ella inhala. Retira la mano de su boca. Sin decirle nada parece comunicarle que sea más consciente de su respiración.
Le coge por el mentón, y fija ambas miradas en un solo campo de visión. Es una mirada de mujer capaz de quemar al fuego. Introduce el pene en su vagina. Casi de inmediato, él siente que su miembro es absorbido por la vagina, invadiéndole una sensación extraña, como si su cuerpo se confundiera con el de ella, y ambos espíritus se fusionarán en una sola entidad. Dicha entidad debe de tener la forma de una guerrera amazona montada sobre su caballo, pues parece manejar la energía sexual de este hombre como una jinetera, soltando o tirando de las riendas y apretando el interior de sus muslos para trasmitir cuál debe ser el ritmo preciso de cabalgadura. Empieza un proceso de domesticacíón, en el que la jinetera se vincula a su montura, canalizado el salvajismo natural del equino hacia la armonía sexual. El inicio de una transformación en la cual un jamelgo trotón se va convertir en el elegante corcel de su amazona.
Sus manos fustigan al equino humano requiriéndole más esfuerzo y concentración. Cabalga sobre él conduciéndole hasta el clímax lenta y progresivamente.
Nuestro simplón, siente los músculos de la vagina contraerse sobre su pene, atrapando el éxtasis en un instante de eternidad. Con ninguna mujer había intensificado tanto las sensaciones al realizar el acto sexual. Jamás experimentó un orgasmo tan pleno.

Nada más concluir el acto, ella le indica fríamente que se marche. Le deja muy a las claras y secamente que no la gusta dormir acompañada. El, abandona la casa sobre las cinco de la mañana en un estado de profunda confusión. Acaba de  comprobar que es una mujer tan intensa y ardiente como fría y distante, capaz de producir, tras la glorificación hormonal de la primavera, una suerte de astenia gélida, invernal.

Al día siguiente la llama. Insiste seis veces y no obtiene respuesta. Un desasosiego interno recorre su cuerpo, un mar en zozobra inédito dentro de su bagaje de emociones. Es la posibilidad de que no desee volver a verle más, lo que se lo produce. La turbación de su alma es provocada por una reminiscencia constante, que la conforman: Voz, mirada, piel, aura, y el sexo húmedo atrapando su pene en la eternidad que ofrece la madurez de esta mujer tan divergente del resto de mujeres que ha conocido. A la séptima intentona ella coge el teléfono y accede a verle otra vez; en su casa.
En esta ocasión, y cuando menos se lo espera, se encuentra tumbado boca arriba y atado a la cama, pero lo más sorprendente es que apenas ha ofrecido resistencia para evitar verse en esa situación. Ella se pone de pie sobre la cama y empieza a pisarle con sus pies. Cada pisada sobre su cuerpo representa en sí mismo un acto de conquista y subyugación. Le pisa los genitales mirándole desde arriba con la serena altivez de una auténtica Diosa.

-"¿Quieres que te folle cachorrito?"
-"Ahhh.. Si   Ahhhh... Si"
-"¡Suplicalo!"
-"Por..  favor..  Ahhh..Te... Ahhh.. Lo suplico..."

Retira el pie de los genitales. Se acerca hacia el cabecero de la cama. Le pone el pie sobre la boca, abofeteándole con el mismo.

-" Suplica besándome el pie.."

Su lengua lame con esa mezcla de ardor y desesperación propias de un hombre cuya obsesión tiene un nombre, una forma, una mirada exclusiva y concreta de mujer. Esa noche vuelve a cabalgar sobre él, y la entidad de la amazona y su caballo se hace más grande y poderosa.
Accede a verle, - después de mucho insistir con el teléfono, - las siguientes cinco noches. Acude a su casa como un lobezno en su primer celo. Sólo le falta aullar a la Luna. Y cada vez es más dócil y complaciente con ella.

Es jueves por la tarde y la llama. Insiste cinco o seis veces, sin obtener respuesta. Vuelve a intentarlo otras tantas pero sin éxito. La manda mensajes, pero sigue sin haber respuesta, más que ninguna vez anterior. Descubre que el silencio tiene sonido, y resulta atronador en sus oídos. Duda seriamente haber experimentado un vacío tan enorme como el que está mujer ha provocado en él, al cerrarle tan bruscamente la posibilidad de volverla a ver. Llama más y más veces aún comprendiendo que no va responderle. Pasa toda la tarde del jueves y los dos días siguientes presa de la desesperación. A primera hora de la tarde del domingo, se persona en su casa. Llama al portero automático de la puerta del chalet, pero nadie responde. Decide aguardar situándose cerca de la entrada principal. Unas dos horas después y cuando está a punto de marcharse, un taxi se detiene frente al chalet y de su interior sale ella con una pequeña maleta de viaje. Al verle, no parece demasiado sorprendida. Le interroga secamente...

-¿Qué haces aquí?
-" Eh... Yo... No contestabas ..  No sabía nada de ti y.."
-" No tengo por que darte explicaciones de mi vida y no me gusta tener un merodeador por mi casa"
-" Lo siento yo.."
-" Ya que estas aquí, al menos llévame la maleta hasta la puerta."

Obedece y coge su maleta. La lleva deslizándola por el suelo ya que tiene ruedas para ello.

"Ese ruido me desagrada mucho ¡Cógela en vilo!"

Abre la puerta principal del chalet, atraviesan un pequeño jardín y llegan hasta la entrada propia de la vivienda. Le indica que deje la maleta en el umbral.

-"Gracias por llevarme la maleta, ahora puedes marcharte"
-" Pero... ¿No puedo pasar?"
-" Estoy muy cansada del viaje no tengo humor para ver a nadie"
-" Pero...  ¿Volveremos a vernos? ¿No?"
-" Puede... Sigue intentándolo, pero, no vuelvas a merodear por mi casa como un perro furtivo.
Si lo vuelves a hacer, ten por seguro que no volveré a verte. Ahora vete"

Al día siguiente, está llamándola otra vez. Una, dos, tres, cuatro, cinco... Y por fin, a la sexta intentona responde al teléfono. Le dice que vuelva a llamarla, pero esta vez por video conferencia. Cara a cara, a través de la pantalla del móvil, le comunica que si quiere volver a verla, debe de plegarse a los condiciones de cierto juego.
El juego consiste en que, desde el momento en que ella chasqué los dedos, de manera automática tiene que obedecerla en todo lo que le ordene sin rechistar y sin cuestionar nada. El juego terminará una vez vuelva a chasquear los dedos. Es decir, el juego siempre comenzará y finalizará solo cuando ella lo requiera.

-" Pero... ¿Qué me vas a ordenar que haga?"
- pregunta él-

La respuesta de ella es colgar inmediatamente, haciéndose la oscuridad en la pantalla del móvil. Rápidamente vuelve a llamarla. Insiste varias veces sin respuesta. La manda mensajes, diciendo que se someterá sin rechistar. Entonces, esta vez es la mujer quien le llama por video conferencia. Sin decir palabra, se limita a alzar su mano frente a la pantalla del móvil, y chasquear los dedos. Entonces, es cuando le ordena:

- " Ponte de rodillas cuando hables conmigo"

Se arrodilla con el móvil entre sus manos. Le dice que haga una panorámica sobre si mismo con el móvil, pues desea comprobar que está de rodillas.

" Muy bien. Así me gusta. Ahora ven a mi casa y no tardes. Recuerda que he chasqueado los dedos y lo que eso va a significar a partir de ahora"

Nada más franquear la puerta de su casa le ordena desnudarse y le ata las manos por detrás. Antes de que se de cuenta lleva puesto un cinturón de castidad.

-"Ahhh ¿Qué es esto?"
-"Algo de mucha utilidad para educar tus instintos y que dejes de pensar todo el rato con la polla"
-"Ahhhh... No lo aguanto... ¡Por favor... ¡Quítamelo!"
"¿Quieres que te lo quite?"
-" Si, si, si... Por favor"
-" Pues arrodíllate y cómeme el coño..."

Se arrodilla como un clérigo medicante y casto. Ella se desnuda lentamente. Pone la mano sobre su cabeza....

-" ¿De que te quejas? Ahora vas a poder comprobar si gallina vieja hace buen caldo ¿No?"

El simplón se queda estupefacto ¿Cómo sabe que eso es exactamente lo que pensó  la primera vez que la vio?

-" Hombres mucho más sofisticados que tu han sido un libro abierto para mi... Ahora procura dejarme muy satisfecha perro si quieres que te lo quite..." Zas zas!!

Al día siguiente, el alma de este hombre se había convertido en un océano de confusión; un piélago de contradicciones; un río desbocado de sensaciones agridulces y encontradas. La experiencia de la pasada noche no la ha vivido como algo exactamente placentero, al menos tal y como una alma tan convencional como la suya concibe el placer, o lo concebía hasta ayer mismo. Sin embargo, deseaba fervientemente llamarla otra vez, y que se materializase en la pantalla chasqueando los dedos. Y nunca hasta entonces, ningún deseo había sido tan exacerbado en él. Ese chasquido, era como un click que no paraba de retumbar en el interior de su cabeza, produciéndole un estremecimiento hormonal incontrolable, tan difícil de manejar como de entender. Vértigo y mucha excitación confundiéndose en una sola impronta emocional.

Se sucedieron los días. En todos y cada uno de ellos se procedía con el mismo ritual. La llamaba por video conferencia. Ella chasqueaba los dedos y el se arrodillaba, acudiendo presto a someterse a sus perversas ocurrencias y caprichos. A veces hubo sexo, otras veces sólo sexo para ella, la más de las veces el sexo fue perverso, y hasta en ocasiones, sólo chasqueaba los dedos para que acudiese a lamerle las botas, o darle un masaje en los pies, y nada más. Volvía a chasquear los dedos, y le decía que se volviese por donde había venido. Sin embargo en otras oportunidades,  reclamaba su presencia para únicamente hablar, y poder indagar más sobre él, su vida, sus gustos, sus antecedentes familiares, sus deseos. Confirmó que era un tipo muy prosaico y pragmático, sin grandes profundidades. Le impuso la tarea de leer un determinado libro con el propósito de establecer un debate sobre su contenido. En la primera ocasión pudo comprobar que no se había leído absolutamente nada. No volvió a verle hasta que se lo hubo leído. Tardó en devorarlo tan sólo  24 horas. En cuanto a los siguientes libros que le "recomendó" ya nunca más se le ocurrió hacer caso omiso de sus "consejos literarios". Se estaba encargando de adiestrarte en el sentido más amplio de la palabra.

Cuando acudía solamente para cumplir con el más humillante de sus caprichos, se sentía frustrado y confuso, ya que no era una tarea exactamente placentera para él, entendiendo está como algo que se sustenta en lo puramente orgánico, sin embargo, todo esto a ella parecía excitarle de una manera muy profunda. Sobre todo, al comprobar cómo cada vez iba sometiéndose más y más a sus antojos, por muy arbitrarios que estos fueran.
Todo era muy confuso e inédito para esta alma tan mentecata, pero sin darse cuenta, empezó a vivir casi en exclusiva para esperar con enorme anhelo ese momento concreto del día, en el que ella chasqueaba los dedos. Comenzó a disfrutar en suma, de sentir como está mujer, que había entrado en su vida para ponerla patas arriba, disfrutaba.

Cierta noche, después de haber transcurrido un año más o menos desde que tuvieron aquel primer encuentro, y tras otra jornada de lujuria y sometimiento, siendo está última, posiblemente, las más tranquila y convencional de todas ellas, se despidió de él en la puerta con un prolongado e inesperado beso. En sus labios encontró más ternura que nunca, y si no hubiese sido tan simplón, se hubiera percatado de que también había algo diferente en la expresión de su mirada cuando le estaba despidiendo; y ese algo era muy
parecido a la tristeza. El hecho en sí de despedirse con un beso, ya resultaba muy inusual, impropio de un carácter tan singularmente fuerte como el suyo. No era una mujer de regalar muchos besos, precisamente por que le daba un valor especial al obsequio de cada uno de ellos, siempre esporádicos y únicos. Para ella un beso podía llegar a representar algo mucho más íntimo y hondo que simplemente follar. Y aquel beso en concreto, estaba cargado de mucho significado. Pero, a la simpleza de este hombre había que añadirle la ceguera mental que produce el ensimismamiento erótico amoroso por el que atravesaba, encontrándose éste en su punto álgido de ebullición, por lo tanto, sus facultades preceptivas, en el caso de que estas hubiesen sido alguna vez de una gran agudeza, se situaban en un grado aún más bajo de lo acostumbrado.

Al día siguiente, la llamó para cumplir con el ritual acostumbrado, pero no hubo respuesta. Insistió varias veces a lo largo de la tarde sin ningún éxito. No quiso darle importancia, pues ya había pasado antes. No contestar al teléfono y tener que insistir durante una tarde o incluso un día entero, no era una situación anómala dentro de la peculiar naturaleza de su relación. Pero la tarde y el día se convirtieron en varias tardes y días sin respuesta alguna. Al fin, empezó a sospechar de que pasaba algo fuera de lo normal; y no que la hubiera pasado algo, más bien que algo había pasado.
No pudo evitar transgredir una de las normas por ella impuestas: Merodear por su casa, presentándose sin avisar. Llamó al telefonillo inútilmente. Aguardó durante horas con el mismo éxito. Estuvo personándose durante varios días en la puerta de su casa infructuosamente. Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en un mes, siendo evidente que la tierra se la había tragado. Empezó a tener que asimilar que era muy posible que no volviese a verla, sin embargo la asimilación conllevaba sentir un escalofrío agudo y punzante que recorría todo su organismo una y otra vez sin descanso. Llamarla y ponerla un mensaje tras otro sin obtener respuesta, no hacia más que intensificar el escalofrío, hasta el punto de convertirse en un estado casi crónico. 

Volvió a su viejos hábitos de ligoteo nocturno, pero por pura inercia, sin verdadero interés. Todas esas ninfas jóvenes que antaño estimulaban su libido, ahora casi le postergaban a un estado de desidia espantosa, su instinto de depredador nocturno parecía haberse extinguido definitivamente. Ni siquiera tenía ganas de bailar como antes, imitando a Michael Jackson. La cabra ya no tiraba al monte; por lo que la cabra estaba totalmente perdida. Ni siquiera había monte hacia donde tirar, en su lugar emergía tan poderosa como una montaña inexpugnable, una imagen de mujer permanente, persistente, inextinguible, martilleante, que parecía haberse evaporado de este mundo, más no de su cabeza ni de su corazón.

Las desgracias siempre traen compañía. Transcurridos dos meses, desde la inexplicable desaparición, le despidieron del trabajo vía expediente de regulación de empleo. Fue un tanto extraño, pues en principio su departamento no se iba a ver afectado. El caso es que se encontró de patitas en la calle de la noche a la mañana. La indemnización no estaba mal, pero más temprano que tarde se acabaría, así que tras un mes desde que se produjo aquel extraño despido, durante el cual no hizo más que estar tumbado rumiando su pesar, consiguió colocarse de camarero en un restaurante de lujo gracias a la mediación de un amigo. Curiosamente era el mismo restaurante donde la había llevado en la primera cita. Atesoraba cierta experiencia en el desempeño de tan poco agradecido oficio, de cuando estudiaba formación profesional. Empezó a llevar un vida muy rutinaria de casa al trabajo, y del trabajo a casa, sin impulso vital para nada más, aparte del de leer, pues empezó a devorar un libro tras otro. Por primera vez en su vida, este hombre tan superfluo, buscaba herramientas de iluminación que le permitiesen mirar dentro de sí mismo.
El recuerdo de ella seguía muy presente tras el transcurso de un año desde su desaparición. Apenas doce meses, pero empezaba a tener la sensación de una gran lejanía temporal, tanta, que a veces su cerebro le daba a entender que aquella historia con esa extraordinaria mujer solo había existido en su imaginación. Como si todo hubiese sido un sueño.

Un buen día, encontrándosé en el trabajo  despertó de golpe a la realidad. Empezó a sentir algo, un hormigueo lacerante por el cogote que fue evolucionando hacia un frío estremecimiento que le recorría la espina dorsal de arriba hacia bajo. En una de las mesas que estaban a su cargo había una mujer a la que el chef estaba tomándole nota. La mujer, estaba de espaldas, no podía verla, más no era necesario que se diese la vuelta para que sus ojos le confirmársen lo que un sudor frio le señalaba con total claridad. No se trataba de ningún espejismo, era ella. No podía oír lo que hablaba con el chef, pero el donaire inconfundible de sus gestos y la elegancia de sus ademanes al dirigirse al encargado, eran inconfundibles para él. Y para cualquier que se hubiese arrastrado a sus pies, y hubiera gozado del privilegio de escalar por aquella esbelta y firme figura hasta las cumbres de un incierto pero excitante edén, libre de la noción de pecado, salvo la herejía de no profesar culto a sus pies.
De manera ilusoria, creía que estaba empezando a superarla, pero tan solo ha bastado intuirla, porque ni siquiera la ha visto directamente, para que toda una antología de temblores
convulsiones, y seismos, comiencen a desatarse en su interior.

Llega el momento de servirla, su comanda es de lo más selecto de la carta, como no podía ser menos. Desearía no tener que atenderla, fingir que se encuentra mal y que un compañero le sustituyese; sin embargo la tentación de verla, de volver a estar frente a ella, es demasiado poderosa, así como la necesidad de obtener alguna respuesta a tan abrupta espantada, además, todo le indica que el hecho de su repentina aparición, de volver a materializarse precisamente en este restaurante, no es producto de la casualidad.
Se acerca a la mesa para servirle el primer plato. Ella, no parece nada sorprendida al verle, y aparenta mucha calma, su expresión al mirarle es muy analítica pero deja traslucir un tenue brillo de  pesar. El, siente una mano fría y estremecedora que recorre su columna vertebral, como si está fueran cuerdas de arpa, y la mano hiciese arpegios con ellas. La mano, es inconfundible. Que sensación tan única sentir la suavidad de cada dedo largo y armonioso, y el palpitar de la delicada y firme muñeca. Esa mano, crea los acordes precisos de una perversa armonía que se adueña de su sistema nervioso. Tiene que hacer un loable esfuerzo, recurriendo al amor propio para que no le tiemblen los platos en la mano, o incluso se le caigan.
Ella emite un escueto: "Hola", pero con una profunda entonación repleta de prolijo significado. El, apenas puede siquiera devolverle el saludo.
Desde el asiento le contempla con serena profusión, sin perderse detalle de su aspecto y de lo que éste la trasmite.

-" ¿Está todo bien? "¿Necesita algo más?" - dice él con un tono de seca e irónica desesperanza -
-"Todo perfecto. Gracias" - contesta ella sin dejar de escudriñarle muy serenamente con su mirada-

Después llega el segundo plato y más tarde el postre. Todo se desarrolla con tensa y fría calma, pero el cruce constante de miradas tristes, enigmáticas e intrigantes, cuestionan a cada instante la aparente normalidad entre camarero y clienta. Nuestro hombre se encuentra atendiendo otra mesa, cuando el chef le dice que se acerque en cuanto pueda a la mesa de la distinguida y asidua clienta, pues desea felicitarle por su buena atención. Cuando acude, le desliza un billete de 20 e en señal de propina, que sirve de camuflaje a un pequeño papel. Se despide dándole las gracias por su buen servicio.
En cuanto tiene la mínima ocasión lee con avidez el contenido del papel que dice así:

"Entiendo perfectamente que no quieras saber nada más de mi. Y si es así, para tu tranquilidad te diré que nunca más tendrás que atenderme. Pero si piensas que tenemos alguna conversación pendiente, sigo viviendo en la misma casa, y puedes acudir en el momento que tu quieras, si así lo deseas. Estaré en la ciudad seis días más".

Pasaron un par de días en los que el orgullo herido peleaba encarnizadamente con la subordinación emocional que sentía hacia ella de manera muy intensa e incurable, torturándose  entre la necesidad de superarla, y la exigencia de una explicación lógica que demanda todo sentimiento de abandono frío y desolador.
Al tercer día ya no pudo soportar tanta colisión de sentimientos, y se personó en su casa, en aquella casa que le traía tantos excitantes recuerdos cargados de una lubricidad única. Ella, otra vez más, no mostró ninguna sorpresa al verle, nunca mostraba la más mínima sorpresa al verle.
Le invitó a sentarse preguntándole si quería tomar algo, pero él fue seco y tajante, su ánimo estaba demasiado encendido como para plegarse a tanto formalismo. Le ponía nervioso que ahora se ande con cortesías. Así que fue al grano, sin atajos, inquiriéndole una explicación. Sólo había venido a eso...

-"No es fácil de explicar, y nunca respondo ante ningún hombre de mis actos, pero, sí, te mereces una explicación..... En primer lugar, tengo asuntos patrimoniales que atender en Londres, y además mi hija vive allí, y también requiere de mi atención.. En Londres paso la mitad del año, más o menos, aunque esta vez he prolongado mi estancia más de lo habitual. Y por otra parte, necesitaba desaparecer, - que no es lo mismo que huir -, y tomar distancia de ti, de nuestra relación. Algo, que jamás hubiese pensado que me pasaría....Verás... No eres, en realidad sigues sin serlo, precisamente el tipo de hombre que llame mi atencíón. Al principio, sólo quería distraerme,  venía de una relación larga un tanto traumática. Me gustó tu desenfado al bailar, tu absoluta falta de sentido del ridículo.. Luego me divirtió  someterte poco a poco... Pero, me empezó a.... Digamos....  A conmover la forma en que te sometías , tu entrega y tú capacidad de resistencia para aguantar mis desaires, de soportar cosas que, al menos en principio, no te agradaban, las hacías porque yo te lo pedía, ni siquiera podías imaginar que existían. Siempre me ha gustado dominar a los hombres, fui Domina profesional durante un largo tiempo de mi vida, he tenido muchos esclavos a nivel profesional y de pareja, no funciono de otra manera, algunos de un masoquismo muy elevado, capaces de aguantar mucho más que tú, física y psicológicamente, pero no sé... Tu ingenuidad, el irte moldeándote a mi capricho, y que cada vez te fueras mostrando más dócil... Me empezaste a gustar de veras. Créeme, en ningún momento pensé que fueras a tener consecuencias sentimentales para mí, ni yo para ti. Sólo me distraía mientras que tú obtenías la experiencia con una madurita, pues no niegues que es lo único buscabas en un principio. Pero la vida siempre nos sorprende, y se impone a nuestras propias creencias. De hecho, ya quise desaparecer una vez. Pensé que al final te cansarías de llamar y seguir insistiendo, pero allí te encontré, en la puerta de mi casa, aguardando como un perrito en celo. Y me pareciste tan encantadoramente desvalido. Tu sometimiento me excitaba mucho... De una forma especial, que tampoco alcanzaba a entender del todo, y todavía no he terminado de entenderlo. Me había pasado con otros hombres, pero no de esta manera. Me sentí confusa. Necesitaba alejarme, pensar, y ver el alcance de lo que sentía... Y tengo que confesar que te he echado de menos..."
-"Supongo que debo sentirme halagado...."
-"Deberías... También era una prueba para ti.... Era una prueba para los dos.... Te iba a hacer daño pero era necesario...."
-" ¿Disfrutas haciendo daño a un hombre?.."
-" Que poco me conoces, aunque es difícil penetrar en el alma de una mujer dominante... Pero, no soy una psicópata carente de empatía, no disfruto infringiendo dolor a otra persona fuera de un contexto consensuado por ambas partes.. Y contigo sabía hasta donde podía llegar, pq eras muy inocente.... Sí, he causado daño a nivel sentimental, aunque nunca intencionadamente o al menos con una mala intención, pero en ese aspecto todos tenemos la capacidad de hacernos daño"

Se tomó una pausa, respiró un poco de manera honda, como si necesitase hacer acopio de fuerzas para lo que le iba a decir a continuación.

"Lo que voy a confesarte te va a doler, y seguramente te reafirme en tus  ideas preconcebidas sobre mi... El director de tu antigua empresa es un viejo amigo, hablé con él y fui yo quien provocó tu despido."

Se queda estupefacto, casi horrorizado, sin capacidad para reaccionar, ni asimilar lo que acaba de oír.

-"¿Cómo has podido llegar a... Y dices que no ....?"
-" Si te tranquilizas y te sientas quizás pueda explicarme.... Siempre he ejercido mi poder sobre los hombres, desde siempre supe que mi voluntad era superior a la de cualquier hombre. Me gustaría pensar que he ejercido ese poder de una forma constructiva y positiva. Si, he hecho daño a los hombres, siempre les he abandonado, pero les he dejado mucho mejor que cuando les conocí, en todos los sentidos. Todo hombre que se ha cruzado en mi vida ha terminado siendo un mejor hombre... Me estabas gustando, pero tenía que operar algún cambio en ti, eras demasiado inconsciente, demasiado simplón, y eso también me confundía. Mí mente es compleja y no conseguía  asimilar tu simpleza, pero también tengo mi corazoncito. Tenía que alejarme y ver como reaccionabas ante una situación límite y.."
-"¿Para ver si era digno de ti?"
-"Piensa lo que quieras, pero no hay mas que contemplarte un poco para darse cuenta de que eres una persona con un mayor poso de madurez, hasta tu mirada es distinta; y seguro que ves las cosas de otra manera. Has tocado fondo, pero te has levantado y has salido adelante tu sólo, sin ayuda. Ahora eres una persona de una mayor fortaleza. Aunque es cierto que pareces más triste y cínico, y hay cierta espontaneidad e ingenuidad en ti que me gustaría que conservaras de alguna manera... En fin, tienes derecho a guárdame rencor, y no querer volver a saber de mi... No te apures, recuperaras tu trabajo si es tu deseo...
-" Que fácil es para ti hacer y deshacer la vida de un hombre..."
-"Ese es mi poder sobre un hombre, y no toda mujer sabe utilizarlo bien... Tu has tenido suerte y yo no voy a pedir perdón por lo que soy. Pero si prefieres quedarte con tu rencor estas en tu perfecto derecho"
-" ¿Y ahora que? ¿Volverás a a entrar en mi vida para hacer y luego deshacer a tu antojo? ¿Aparecerás hasta que vuelvas a necesitar desaparecer? ¿Volverás a desplegar tu poder sobre mi hasta que te canses o te aburras de jugar tanto conmigo, porque ya seré un juguete demasiado roto e inservible? ¿Me dejaras sin mi trabajo de camarero?"
-"¡¡Valla!! ¡Si que has cambiado! Hasta tu manera de expresarte es mejor, aunque con mas aspereza. Intuyo que has aprovechado tu abatimiento para leer, e indagar dentro de ti... Seguramente alguno de los libros que te recomendé. Pero sigues sin comprender nada, todavía hay demasiada amargura, y lo entiendo.
Pero.... Si hablamos de correr riesgos... ¿Quién tiene más que perder? Te saco más de diez años. Y tú, eres un hombre. Y como bien se dice una vieja comedia de Hollywood, los hombres no os cansáis de la mujer que tenéis al lado, os cansáis de vosotros mismos, de sentir siempre lo mismo y necesitáis sentiros una persona nueva, dentro de una vida nueva, a través de los ojos de una mujer más joven, siempre más joven y nueva. Claro que yo no soy una mujer cualquiera, soy un regalo de la naturaleza, pero envejezco como todas. Todos corremos riesgos.... Si no quieres arriesgar nada, puedes volver a tu antigua vida, con tu antiguo trabajo, en pocos días te volverán a admitir, aunque a mi no me importa que seas camarero... Ya he dicho todo lo que tenía que decirte, puedes irte o puedes quedarte, pero si te quedas debes saber que chasquearé los dedos, y te aseguro que ya no volveré a chasquearlos otra vez, el juego ya no tendrá fin porque ya no será un juego, y permanecerás a mis pies por todo lo que nos dure la eternidad"

Se queda un momento suspendido en el tiempo, como dudando ante una encrucijada; un camino apunta hacia su cabeza, el otro directamente a su corazón. Mutuamente, sin pretenderlo, se han generado un conflicto muy similar, aunque en sentidos diferentes, entre lo emocional y lo intelectual. Aguarda demasiado a tomar una vereda u otra, pues ella ya ha chasqueado los dedos, decidiendo por él; decidiendo por los dos. La duda paralizante, en muchas ocasiones no hace más que evidenciar lo que es una absoluta certeza. Entonces; casi de manera automática, aquel rocambolesco hombre cae de rodillas ante aquella fascinante mujer, en esta inverosímil historia. ¿O no tanto?

Fin.



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