RESPIRAR (Por fetichescritor)
Hay una mujer que camina por la calle. Y sus tacones, al
golpear la acera, componen una sinfonía, deleitosa y tentadora, en medio de
toda esa maraña de ruido callejero. La expresión de su rostro mientras camina,
es una mezcla de actitud reflexiva y contrariedad. Detiene su grácil
movimiento, el ruido de sus tacones cesa, el ruido de la calle parece que
tampoco se escucha, pues al dejar sus tacones de retumbar sobre la acera, es el
silencio el que se convierte en ensordecedor. Realiza una llamada desde su móvil
que no obtiene respuesta. La contrariedad se ha transformado en visible y
determinado enfado.
Un hombre enfadado, nunca es peligroso, debe estar
desesperado para suponer algún peligro, en cambio, una mujer enfadada, siempre
es devastadora. Una mujer airada, desprende una belleza especial que cautiva el
alma, no es aquello tan manido y simple de: " Que guapa estas cuando te
enfadas", es mucho más, y tiene que ver con el infierno y lo celestial,
con lo divino y con lo humano.
Reanuda su caminar, de manera más fuerte y
decidida. El tronar de sus tacones consigue ahogar a los sonidos callejeros que
conforman nuestra rutina cotidiana, tal es el poder de unos tacones femeninos
con paso firme y decidido.
El asfalto parece derretirse a su paso, y
la sinfonía de antes, ha derivado en una sucesión de sonidos crepitantes, que
parecen emanar del fuego interno del purgatorio.
Gira en la siguiente esquina, y unos metros más
adelante cruza el portal de un inmueble. En el segundo piso, le espera sin
esperarla un hombre.
En cierto mundillo, este hombre suele ser
calificado como: "sumiso", "esclavo", "perdedor",
"pagafantas"... Bueno, quizás sólo es una suerte de antihéroe
inadaptado, que sabe apreciar de manera singular la belleza de una mujer
enfurecida, que camina con paso firme y veloz, con sus tacones altos agrietando
las aceras; de la misma manera que corrían a través del celuloide; las
estrellas femeninas del viejo Hollywood; las mejores mujeres que han acelerado
el paso a golpe de tacón; en toda la historia de la humanidad. Este hombre del
segundo piso, aprecia hasta la excitación erótica, el ruido de unos tacones
femeninos, pues cada paso logra estremecerle el alma. Algo, que sabe bien que
le convierte en un ser vulnerable. Ahora, ha claudicado y se ha rendido sin condiciones,
entregándole toda su vulnerabilidad a una mujer concreta, que camina, y que
desprende fuego al pisar las aceras con los tacones de sus zapatos. Unos
zapatos abiertos, tipo sandalia, que realzan aún más la belleza de sus pies.
¿Quién sabe? Es posible que este hombre esté dejando sonar el teléfono a propósito,
a modo de tácita señal que señala el comienzo de un juego perverso, pero
sensualmente muy estimulante.
Sube en el ascensor. Camina hasta la puerta,
introduce la llave y abre la puerta. Cruza el recibidor hasta el salón del
apartamento. Todavía transcurren unos pocos segundos hasta que aparece el
hombre. Ella, le dedica una mirada muy reprobadora, de las que hielan el
alma....
- Te he estado
llamando al móvil. ¿Por qué no has contestado?
- Lo.. Lo siento, me he quedado sin batería, y lo tengo cargando.
- ¿Como tardas tanto en salir a recibirme?
- Perdona.. Yo estaba en la cocina, limpiando un poco.. y.. Estaba distraído..
- Ese es el problema... Qué estas distraído...
Desnúdate - le ordena con serena autoridad -
El hombre se desnuda ante ella, en un acto que implica mucho mas que
desprenderse de las ropas físicas, si el alma tiene alguna capa de
recubrimiento, acaba de despojarse de ella.
Le ordena arrodillarse, se coloca frente a él y le acaricia la cabeza, mientras
le dice..
- Una Diosa acaba de cruzar esa puerta, ríndela honores como te he enseñado.
Aquel hombre arrodillado, empieza a masturbarse con suavidad, alzando su devota
mirada hacia la deidad carnal que se yerge frente a él. El hombre es cristiano,
pero desde el momento que se arrodilla ante ella, tan solo es un idolatra fanático
de ese proporcionado, grácil y frondoso como un enigmático bosque, cuerpo.
Comienza, como en un ritual de reverencia hacia la belleza y la sexualidad sagrada,
a recitar....
-Gracias... Por un día mas en que me permites... Tener... ahh.. El privilegio
de poder estar a tus pies.. Y apreciar tanta belleza...
Ella le pasa su mano por la boca para que su entregado y encendido acolito se
la bese, y chupe. Seguidamente, le suelta dos bofetadas.. Zas Zas!!
-¡Basta ya de meneártela, es suficiente!
La punta de su zapato acaricia levemente el pene enhiesto del hombre
arrodillado, rendido al poder que emana de ese cuerpo eterno y femenino. Su
empeine se adentra por debajo de los sometidos genitales.
Y toda la entereza
viril de este hombre se tambalea, en un estremecimiento que le sobrecoge hasta
los huesos. Daria cualquier cosa por detener ese instante en la eternidad.
-Esto, si es un recibimiento.... Así me gusta.
La mano de ella le acaricia la cabeza. La caricia se torna en presión para
obligarle a inclinarse y ponerse a cuatro patas. El tacón, pisa la espalda y
somete. De la suavidad de su mano en la cabeza, a la dureza de su tacón sobre
la espalda, la sensualidad de los contrastes extremos, hace hervir el cuerpo de
este hombre, hasta parecerle que de su piel bullen burbujas. Ella se regodea en
su poder.
- Mmmm... Después de un mal día de trabajo, no hay nada como doblegar una
espalda ancha y fuerte, para reencontrarme conmigo misma, y reconectar con mi
ser divino y superior.
Le indica que se tumbe boca arriba. Su zapato le pisa el pene. El poder fálico
de ese hombre queda sometido a la energía dominante de la mujer, el masculino,
se supedita a la voluntad de poder de la femenina, y no por ello es menos
masculino, menos fálico, menos varonil, sencillamente cede su poder para
ponerlo al servicio de la belleza.
-Mmm ..Me encantan mis pies, son realmente bellos, pero si pisan esto... Mmm..
Su belleza se eleva a unos grados superiores.
Ciertamente, la imagen de una erección que florece bajo el poder de un pie
femenino, posee una poesía perversamente erótica.
Levanta su zapato para que se incorpore, y le ordena ponerse a cuatro patas.
Ella se sienta sobre él, aprieta sus muslos alrededor de las caderas del
sometido. Éste, siente que no quiere liberarse de la tenaza de esos muslos,
quiere vivir atrapado en esos muslos de manera infinita. Quiere fundirse con
esos muslos. La mano de ella le acaricia el culo y después las caricias se
trasforman en azotes. A él, le encantan sus manos, muere por esas manos, si el
precio para no dejar de sentirlas sobre su piel, es la estimulante aspereza de
unos azotes, esta dispuesto a pagarlo, porque siguen siendo sus manos.
- Ahhhh... No hay nada mejor para liberar el estrés.
Ella se incorpora, vuelve a poner su tacón sobre la espalda de su improvisado
jamelgo humano. Compone una estampa, cargada de toda la fuerza erótica femenina
que expresa que, sobre la piel de ese hombre, no existe más soberana. Deja de
pisarle. Se dirige hasta un sillón, y se sienta en el. Le ordena al doblegado
hombre, que se acerque hasta ella y se coloque a sus pies. Le coge la cabeza
entre sus manos, observándole con ternura y altivez a un mismo tiempo. Una
mezcla expresiva, que es patrimonio exclusivo de las féminas conscientes de su
poder infinito.
- ¿Ves? Has acudido con más presteza. Ahora te siento más alerta. Mucho más
atento, con plena consciencia para satisfacer el mas leve de mis deseos. ¿Te
das cuenta de cuanto me necesitas? ¿Eh?
- Si - contesta el hombre jadeante - te necesito..
Ella le ofrece la mano castigadora para que la bese. Y lo hace con fervor casi
místico. Besa la palma, y sabe a dulce fuego incandescente.
-¿Que se dice?
-Gracias.
Es un gracias profundo, anhelante y sostenido.
- ¿Sabes por qué te llamaba al móvil? Ha sido un día muy duro de trabajo, de
muchas gestiones de aquí para ya, y teniendo que vestir elegante, con
tacones... Ya sé que el trabajo está a menos de diez minutos andando, pero mis
delicados y bellos pies ya no resistían más. Necesitaba que vinieras a
recogerme en coche... Pero no contestaste.. La belleza de unos bonitos pies se
marchita, si no se cuidan, si no se adoran ¿Creía que el bienestar de mis pies
era muy, muy importante para ti?
- Perdóname... Por favor.. Perdóname.
-No puede haber perdón, si antes no hay arrepentimiento.
- Estoy muy arrepentido... Créeme.. Por favor..
-Una lengua que habla, nunca va tener la credibilidad de una lengua que
lame..... Quiero sentir sobre mis pies, un profundo y entregado
arrepentimiento.. Y quizás, quizás entonces se me pase el enfado y te perdone.
La descalza, libera sus pies cansados de la sensual y elegante tiranía de unos
tacones altos. Los besa, con toda la ternura que sus labios son capaces de
expresar. Lame con un arrepentimiento que casi no le permite perdonarse a si
mismo. Lame sus talones, los chupa, los mordisquea. La lengua entre sus dedos.
Chupa el dedo gordo, y lo roza sutilmente con los dientes. Introduce su pie, al
natural, sin adornos, en la boca.
Le obliga a tenderse en el suelo. Un pie en la boca otro pisando el pene. Le
abofetea el pene con un pie castigador, mientras que la lengua del hombre expía
sus culpas en el otro.
Le ordena parar e incorporarse.Vuelve a estar de rodillas. Ella, deja caer una
de las cintas del largo vestido negro que cubre sus hombros, mostrando uno de
sus senos. Con ese pequeño y estudiado gesto, conforma la viva imagen de la
tentación.
Se recuesta hacia atrás, recoge su vestido hasta la mitad de los muslos. Su
mano se acaricia el sexo, a la vez que le lanza una mirada al arrodillado
siervo de su belleza, de esas; capaces de congelar el fuego en una llama
eterna.
- Mmm..¿Cuando fue la ultima vez que adoraste mi sexo?
- Ayer.. Por la noche...
- Ahhh si, es verdad... Me ayuda tanto a conciliar el sueño... Pero, ya no me
acordaba... Y si no me acuerdo, es que tu lengua últimamente no me deja mucha
huella... ¿ Cuanto tiempo ha transcurrido desde que me lo comiste?
- Ehhh.. Ayer por la noche.
- Me refiero a cuanto tiempo exacto ha pasado, hasta este momento... ¿Es que
acaso no cuentas los segundos, los minutos, las horas, desde que me lo comes,
hasta que vuelvo a concederte el privilegio de comérmelo otra vez ? ¿No cuentas
el tiempo?
- Ehhh No.. No lo..
¿Y puedes respirar?
Yo.. Ehh no te entiendo...
Ella se incorpora, le indica que también lo haga. Acerca sus labios a los
suyos. Los besa sin besarlos. Parece que fuera a besarlo pero entonces retira
sus labios, y le empieza a manosear la entrepierna y él, siente que toda su
fuerza masculina le abandona. Ella, observa como se estremece a su contacto
mientras le dice..
-Yo te haré entender. Sígueme.
Ella se dirige hacia el dormitorio... Él, la sigue dócilmente, con el alma
subyugada. Ella, es la corriente del agua, y él, la hoja que oscila
delicadamente al compás de sus movimientos. No sabe dónde desembocará, hasta
donde le arrastrará, si hasta un océano de azul cielo, o al profundo piélago de
algún sublime infierno. Pero, si tiene la absoluta certeza de que,
irremediablemente, la seguirá hasta donde decían los antiguos que acababa el
mundo, y empezaba un inescrutable más allá..
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