"LA IMPROBABLE HISTORIA ENTRE UNA BELLA MUJER Y UN HOMBRE SIMPLÓN. PRIMERA PARTE.

 Debía de ser un jueves cuando se conocieron, aunque tenía toda la pinta de parecer un martes. Un martes muy extraño, sin duda. Coincidieron en una fiesta que se celebraba en un chalet de las afueras, a la que ambos habían sido invitados por algún conocido en común. Tuvo forzosamente que tratarse de un conocido, pues era del todo improbable que tuviesen siquiera un amigo en común. Aquel encuentro no fue más que una probabilidad entre un millón. Una mujer y un hombre de ambientes y condiciones diametralmente opuestas, localizados en unas mismas coordenadas espacio- temporales, que difícilmente vuelven a ser trazadas. Un capricho del azar, o una veleidad del destino si se quiere, pero en cualquiera de los dos casos, jugando ambos al despropósito en un día de profundo aburrimiento.


Ella era una mujer de una acaudalada posición, muy bien relacionada, sofisticada, elegante y guapa, en el otoño de su vida, con esa belleza serena de colores cálidos, y un brillo enigmático en los ojos de tonos crepusculares, pero capaces de resplandecer con intensidad en cada nuevo amanecer. Guapa, rica, muy inteligente, pero nada fácil, y poco accesible. Había estado casada varias veces, sin resultados muy duraderos. Su carácter era demasiado fuerte, y cuando estallaba tenía el poder destructor de un desastre natural, que todo lo anega a su paso. Ningún hombre jamás poseyó la resistencia, ni la valentía suficiente, no para contener lo que es incontenible, sino para admirar y dejarse arrastrar por su fuerza y belleza volcánica. Tampoco, ni uno de ellos, tras el ruido de la furia, tuvo la capacidad para aprender a saborear mejor esa calma tan quieta y placentera que sucede  a la tempestad. Ella, era un perfecto reflejo humano de la madre naturaleza, podía ser devastadora e inclemente, y después, pasar a convertirse en un bálsamo de altas propiedades reparadoras. Pero, no resultaba nada fácil estar a su lado, demasiada intensidad  para los más diversos tipos del ego masculino.

Por el contrario, él era como una hoja amarilla  caída antes de su estación que se deja arrastrar según sople el viento. Su brillo, sugería tonalidades mas grises, y siempre moviéndose dentro de una pobre gama de pequeños matices.
Era bastante más joven que ella, aunque sin poder ya considerarse un jovenzuelo. Mientras aquella mujer caminaba por la vida desenvolviéndose en un delicado equilibrio entre el crepúsculo y un nuevo amanecer, los movimientos vitales de éste hombre, muy al contrario, eran bastante mas erráticos, y empezaban a dibujar en su alma un paisaje muy trasnochado, a pesar de tener menos años que ella. No andaba escaso de inteligencia, pero su actividad intelectual estaba lastrada por una clara tendencia autodestructiva, que suele conocerse por el nombre de mediocridad.
Era inteligente pero prefería ser mediocre, y las motivaciones originales que le llevaron a tomar esta decisión, no iban mal encaminadas, pues te va a ir mucho mejor, tal y como se rige hoy en día el mundo, siendo superficial y mediocre en vez de profundo e inteligente, pero el problema es que, a base de no parar de entrenar se genera un habito, y el habito termina por pegarse a la piel del monje. Y ocurre, que se invierte el refrán, es decir, que a fuerza de empeñarte en ser monje desarrollas un hábito. De hecho, cuando la vio por primera vez, no se detuvo en apreciar precisamente los tonos crepusculares y enigmáticos de su belleza, el primer pensamiento que le vino a la cabeza fue algo tan vulgar como: "Gallina vieja hace buen caldo". Era esa clase de tío, un tío terriblemente mediano, incluso dentro de su propia medianía. Medianamente inteligente, aunque sin saber todo lo que no sabe, medianamente atractivo, pero autovanagloriándose de pertenecer a la estirpe de Adonis, medianamente buena persona, pero sin grandes alardes de noble virtuosismo,  medianamente competente en su trabajo, pero aplicando siempre la ley del mínimo esfuerzo, y con cierto éxito mediano entre las ninfas más jóvenes que él, que por dicha juventud o similar medianía, llegaban al arrepentimiento demasiado tarde. Le faltaba poner en la muesca de su culata de modesto depredador, la marca de una mujer madura, y además rica, ese fue su principal estímulo nada mas verla, pero sabiendo perfectamente que aquella mujer estaba muy lejos de su alcance. Mucha hembra para alguien como él, porque ya he dicho que, lo que es tonto no era. Así que, tuvo que tirar de alcohol para reunir el valor suficiente y decidirse abordar a "su presa", concretamente dos wiskies con coca cola. Hasta la elección de las bebidas alcohólicas ponían de manifiesto su bajo nivel de sofisticación, y sus altos rendimientos en las temperaturas medias, o medias bajas.

Desarrolló todo su cortejo haciéndose el simpático y el empático, y empleando para ello  su  habitual repertorio de bromas simplonas, que le daban resultado con chicas más jóvenes y accesibles. Pero esta mujer, era otra cosa, y él, estaba situado en las antípodas del tipo de hombre que podía atraer mímimamente a una mujer tan culta, inteligente, sofisticada y altiva como ella; que no podía concebir siquiera que existiese un hombre con menos atractivo y poder de seducción que este ligón barato de discoteca queriendo resultar agradable y ameno, sujetando un wiskie con Coca cola en la mano.
Sus agasajos no eran "postineros", como en la famosa canción sobre Madrid, mas bien fatuos y lastimeros. ¡¡Dios me libre!! Ningún hombre esta libre de pecado, ni mucho menos, de lograr emanciparse totalmente de la estulticia, y muy especialmente cuando inicia el abordaje, por su necesidad de apareamiento, hacia la mujer deseada; pero aquella noche en aquella fiesta privada, expresiones tales como: "Hacer el ridículo", "patinar" "perder los papeles"  o "mear fuera de tiesto", alcanzaron un grado superior, un cenit en su propósito lingüístico de expresar el despropósito mas atronador; jamás, existieron expresiones tan precisas y exactas, para definir la suma torpeza de un hombre en sus vanos intentos de prendar a una mujer situada a una galaxia de su alcance. Y todo gracias a este esplendoroso ejemplar anodino de "Homo erectus", bebedor compulsivo de Wiskey, JB para más señas, con Coca Cola.

La mujer ya no sabía que hacer para sacudírselo de encima. Sus cristalinas miradas frías  y matadoras no resultaban suficientes para disuadir a su galanteador de vía estrecha, de que cejara en su empeño, que todo era inútil. No quería ponerse excesivamente dura delante de tanta gente conocida, por lo que en un momento dado se retiró al baño. Pasaron unos veinte minutos, y la dama parecía haberse evaporado, así que nuestro hombre apuró su tercera copa, y al fin se vino a desistir en sus afanes de conquista. Abandonó la fiesta y fue en busca de su coche.

Al emprender el regreso hacia su casa, necesariamente tenia que pasar por delante de la puerta del inmueble donde se celebraba la fiesta, y es entonces cuando por fin la ve otra vez esperando en la acera. Puede que su espera se debiese a la inminente llegada de un taxi, o quizás la de algún amigo para recogerla, o mejor dicho rescatarla, pero no recuerda haberla visto con ninguna compañía masculina en la fiesta, pues es algo de lo que se aseguró bien antes de decidirse a galantearla. Así que, detiene su coche frente a ella, baja la ventanilla y hace una última intentona, ofreciéndose a llevarla en su coche. Es lo que tiene el simple, que persiste con fe inquebrantable en su simpleza, y jamás claudica ante su calamitoso despropósito. No obstante, los argumentos empleados para que la dama subiera a su flamante carroza, eran convincentes. Hacia frío, empezaba a llover, y era un sitio un tanto alejado, por lo que los taxis tardaban en llegar, y  en general les costaba encontrar el camino.
Ella, al principio se negó en redondo, pues el galanzote mostraba evidentes signos de ebriedad, pero él insistía, asegurándole que sus condiciones eran aceptables para conducir con garantías. La lluvia arreciaba, y la llegada del taxi cada vez parecía menos inminente. Accedió a subir a su coche, pero a condición de que la dejase tomar el volante; de hecho si no se hubiese quedado sin batería justo cuando salía para dirigirse a la fiesta, hubiera venido en su propio vehículo, y no se vería en esta bochornosa situación. Además, en el tiempo de regreso a su casa, a el se le podía pasar la borrachera, pues su estado no era nada favorable. Por supuesto, que el galán cedió muy gustosamente los mandos de su coche a la dama, y su corazón de simplón empezó a frotarse las manos.

Durante el trayecto, ella podía sentir que la miraba con una sonrisa infantil de satisfacción, como un niño pequeño que se ha salido con la suya. La quiso dar conversación, pero ella le cortaba secamente, diciéndole que mientras se conduce nunca se debe hablar..

-"Oh.. Claro... Conduces... Muy bien"- dice él -
-"Para ser mujer quieres decir ¿Verdad?" - contesta ella -
-" Oh..  No... No quería decir eso"
-" Oh.. Claro... Me estás distrayendo mucho, es mejor que te calles" - le corta secamente-
-" Creía que las mujeres podíais hacer dos cosas al mismo tiempo.."
-"En mi caso hasta tres y cuatro, pero cuando una cosa es lo suficientemente importante, mas vale centrarse solo en ella, sin distracciones, y si hay algo que no soporto, y me distrae de un modo   desagradable, es un aliento pestilente exhalando alcohol... Agradecería que no abrieses más la boca."
- "No te andas con muchas cortesías ¿eh?"
-" No te lo pienso repetir más veces... Es muy fácil, sólo tienes que dejar de mover la boca"
-" No te enfades chata, un poco de conversación no le hace mal a nadie"
-"¿CHATA?"

No puede haber un  "apelativo cariñoso"  que resuene más chirriante en los oídos de esta  mujer de tan elevada y especial condición, en todos los mejores sentidos del término.
En ese momento, circulan por una autovía, pues ella vive en una selecta urbanización de las afueras. De manera repentina, sin perturbarse lo más mínimo, pisa el acelerador a fondo, y empieza a adelantar a todos los coches que les preceden, pasándoles muy cerca, casi rozándolos, aprovechando el espacio entre automóviles para serpentear entre ellos de un carril a otro. Extrae todo el rendimiento posible del turismo, llevándolo al límite  de sus posibilidades.. 140, 160, 165,  Km hora,... El volante empieza a temblar ligeramente, pero no tanto como el aterrado hombre simplón que va sentado en el lado del acompañante, con su rostro progresivamente desencajándose.

- "Pero ¿Qué haces? ¿Te has vuelto loca?"
-"Puedo hacer muchas cosas a la vez, y a máxima velocidad pero sin dejar de ser eficiente"
-" ¡Vale vale Vale! ... ¡Pero aminora que nos matamos!
-" Parece que se te ha pasado ya la borrachera Fíjate tú...Así, de repente"
-"¡Joder Tía! ¡Para a que nos matamos!
-"¿TÍA?"

Es un coche un poco antiguo, pero con potencia y de los duros. Decide que merece la pena  extralimitarlo un poco más...175..177... Km hora..  Viajan dentro de una temblorosa llamarada de color azul que rasga la oscuridad de la noche, y los vehículos que adelanta en su suicida trayecto, son como manchas cada vez más difuminadas.

-" ¡Por favor quieres parar!
-"Ese lenguaje me suena mejor... Si quieres que pare, primero debes pedirme perdón... Por ser tan vulgar, zafio y borracho..."
-" Te pido perdón, te pido perdón.. "
-" Por ser...."
-" Por ser vulgar y zafio y borracho"
-"Ahora, quiero oírte suplicar ¡Suplica!"
-"¡ Por favor para... Por lo que más quieras.. Por favor!.."
-"¿Te vas a estar calladito?"
-" Si, si, si... Me callaré "
-" No quiero oírte decir ni una sola palabra.." ¿Entiendes?"
-" Entiendo, entiendo no abriré la boca"

Reduce velocidad pisando el freno, y se coloca en el carril más a la derecha retomando la marcha pero a una velocidad prudencial acorde con la vía por la que circulan. Al hombre, se le escapa un profundo suspiro de alivio, sin aliento para volver a emitir ninguna palabra más, al menos hasta que llegan a su destino. Al fin termina el vertiginoso trayecto, y la mujer detiene el vehículo frente a su casa....

"Guauuuu... ¡Qué subidón!... Bufff.. Ha sido como la montaña rusa... No lo hemos pasado tan mal después de todo ¿Eh?.. Podemos volver a quedar otro día... Pero conduzco yo claro, je je je"

La borrachera se le había pasado, pero la simpleza no es como una borrachera, que sencillamente se pasa, y se transforma en resaca la cual incluso puede llegar a provocar un profundo ejercicio de reflexión, que desemboca en el arrepentimiento. La simpleza, tan solo evoluciona a más simpleza, y con ella, jamás se experimenta una emoción tan catártica como el arrepentimiento, e invariablemente suele darse en personas muy reincidentes en sus tendencias gaznápiras. Ella, se limita a mirarle fríamente, con una expresión fulminante de seca incredulidad.
La sostiene durante unos interminables segundos, en los que anula toda posibilidad de que aquel hombre conciba siquiera volver a emitir algún sonido valiéndose de su desafortunado uso de la palabra, al menos mientras ella le siga paralizando con esos ojos rasgados por el fuego. Abre la puerta y se marcha sin más, sumergiéndose en la oscuridad de la noche.
Su movimiento al andar es sensual, grácil y armonioso, como si un ángel vengador  encarnado en mujer, hubiese desplegado sus alas negras sobre este mundo tan lleno de simplones, anunciando un nuevo paradigma de justicia entre los hombres. El simplón, la observa presa de un trance de embobamiento, y pierde otra oportunidad de oro para mantenerse callado, y permanecer en su estado de trance, limitándose a admirar la belleza de una mujer que camina poderosa con sus tacones altos. Maravillándose de que la sensualidad se confunda con las sombras y se fusione con la luz de la luna. Y que la elegancia femenina en alianza con la noche, compongan un nocturno de tan enigmática belleza. Admirarla devotamente sin que ella lo sepa, sin que ella se percate de nada, emulando al silencio sinfónico de la noche bajo el anonimato de las sombras...Pero, todo esto es difícil de concebir en un bocachancla tan exhuberante como él, con esa estéril locuacidad propia de un talento único para romper la armonía ...Baja la ventanilla y dice...

-"Me estoy esperando a que entres a tu portal..
Soy todo un caballero, aunque no te lo parezca y nunca se sabe... Detrás de esos árboles podría estar un desalmado para robarte, o para violarte"

Todavía le cuesta entender que está clase de mujer no necesita la protección de ningún hombre, menos de uno como él, mas bien son los hombres los que deben de protegerse de ella, cuando no se comportan como es debido.
Está terminando de entrar en su casa cuando escucha esté último brillante comentario; y lanza una mirada cómplice hacia la luna emitiendo un suspiro seco de incredulidad, adentrándose  en su lujosa morada. Sin embargo, no es como ella piensa en ese momento, segura como ésta de que va a ser la última vez que tenga que escuchar su voz de superficial parlanchín, pues al día siguiente suena su teléfono móvil, en la pantalla aparece un numero de teléfono sin registrar en su agenda, no suele contestarlos, pero esta vez y sin saber muy bien por qué, contesta a la llamada. ¡¡Craso error!! pues inmediatamente reconoce la voz cargante del inconfundible latoso de la noche anterior, solicitándole una inverosímil cita.
¿Cómo ha conseguido su teléfono? Seguramente, gracias a alguno de esos conocidos comunes que les hicieron confluir en la pasada fiesta. Si alguna vez descubre al chivato, se encargará de decirle cuatro frescas bien dichas.
Le corta seca y bruscamente, dejándole muy claro que no quiere salir con él a ningún sitio. Tras colgar, registra su teléfono con el nombre de "Pelmazo". Por descontado que el pelmazo no se rinde, ya la ha quedado demostrado que no lo hace fácilmente. Vuelve a insistir, y sigue insistiendo los siguientes días, las siguientes semanas.... No hay día que no lo intente al menos unas tres veces, a través de llamadas, mensajes, mensajes de voz. No contesta, le bloquea, pero siempre consigue llamarla desde otro número de teléfono, aunque inmediatamente vuelve a colgar en cuanto reconoce su voz. Sabe que es inofensivo, pero es un pelmazo de primera categoría, de esos que tienen grabado a fuego lento en su cerebro como un dogma de fe inquebrantable, el aforismo de: "Quien la sigue la consigue".

Han pasado más de tres semanas, y no desiste en su empeño. Aunque para ella no representa ninguna preocupación, sí empieza a convertirse en una ligera, molestia. Le costaría muy poco acabar de manera tajante y radical con la molestia, ya que es una mujer de recursos ilimitados, y con muchos contactos de todo tipo. Pero, no necesita de nadie para quitarse a un pelma como éste de encima.
Un buen dia, vuelve a producirse una de esas llamadas desde un teléfono que no tiene registrado. Esta vez decide contestar. Sabe quien es antes de descolgar. Y de manera
inesperada accede a concederle una cita .
¿Por qué lo hace? Es difícil de precisar una razón exacta. Por una aparte, quizás merezca un correctivo mayor, pues el poner su coche a toda velocidad no fue lo suficientemente disuasorio. Pero por otra, tal vez empieza a ver en él un aspecto que puede resultar de cierto interés para una mujer de sus características; hay algo de alma sufrida y sacrificada en su insistencia contumaz, en esa capacidad para resistir todas las negativas, los desaires y menosprecios de los que ha sido objeto por parte de ella ante sus fatuas pretensiones; que definitivamente una mujer de naturaleza dominante come ella recepciona con agrado. Parece un hombre inmune a los atropellos del ego, al menos en los que ella le provoca. Desea comprobar hasta qué punto llega su resistencia, y si luego resulta que no es tanta, al menos se habrá divertido como lo hizo aquella noche al conducir su coche a todo gas. Y esta vez, terminará de acojonarle de una vez por todas, quitándole las ganas de ser tan molesto con la próxima incauta que se cruce en su camino; pues también, un pelmazo de esta categoría puede convertirse en una cuestión de responsabilidad. Además, los hombres que la surgen últimamente, aunque son mas de su edad y de su condición, tanto social como cultural, la aburren de solemnidad, ya tuvo cuatro maridos ajustados a ese perfil, no necesita un quinto. Si ha de ser sincera, ninguno de ellos, tras pasar por la trepidante experiencia de cederle el volante de sus vehículos, hubieran querido volver a verla. Siempre había sido demasiado para casi cualquier hombre. Después de todo, es un punto a favor del latoso. Al final, puede representar una experiencia divertida y de algún interés. Merecía su oportunidad.
Le puso dos condiciones para quedar: La primera, que no bebiese ni una sola gota de alcohol en toda la noche. Y la segunda: que no soltara ni un solo exabrupto mientras ella estuviera presente. En el momento que no cumpliese con alguno de los dos requisitos, daría por terminada la cita.
Él, por supuesto no puso ninguna objeción al respecto.

La recoge en su casa a la hora convenida puntualmente. Ella tarda unos veinte minutos en aparecer. En cuanto la ve, se baja del coche para abrirle la puerta del acompañante. Cuando los dos se encuentran en el interior del auto, la mujer  le tiende su mano, muy digna, sin mirarle, acto seguido él se la coge para besársela.

- " Veo que tus modales van mejorando... Así me gusta"

La lleva a un restaurante de los más selecto de la ciudad para impresionarla, pero no consigue su propósito en lo más mínimo, de hecho ella es cliente asiduo de muchos años, y recibe los respetuosos saludos y agasajos del metre y de todo el personal, así que el que termina impresionado es aquel con sus banales pretensiones de impresionar. La cena transcurre intrascendentemente. El está más bien callado, hablando lo justo, quizás para no meter la pata. Ella indaga un poco mas sobre su acompañante, preguntándole a que se se dedica y esas cosas sin importancia. Y éste, se limita a contestar. Al pedir los platos que van a degustar, y a la hora de elegir el vino adecuado, vuelve a quedar de manifiesto quien es la que realmente tiene capacidad de ser impactante y quién es susceptible de quedar impresionado; así que, nuestro hombre abandona sus estériles pretensiones, y se limita a dejarse aconsejar por una mujer de mundo y muy sofisticada.
Terminada la cena, la propone llevarla a bailar.

"¡ Me encanta bailar!... Pero quiero que me sorprendas... Llévame a un sitio menos exclusivo, y que no pongan música de ahora..."

A él, parece encendérsele una lucecita, y la lleva a un antro de la periferia, algo sórdido y cutre pero que pinchan música para bailar de los 70 y 80, con una fauna humana de lo más variopinto. Ahora, si que está ... Impresionada seria decir mucho, pero si gratamente sorprendida. Y él, que lo percibe, recupera un poco de su confianza. Nada más entrar la sugiere ir a bailar al centro de la pista. Justo en ese preciso momento, suena "Simply irresistible" de Robert Palmer. Nuestro irresistible personaje se viene literalmente arriba, sin el más mínimo sentido del ridículo y del pudor. Empieza a moverse de una manera difícil de explicar con palabras.. Si es que se puede llamar movimiento a las inefables oscilaciones de su cadera, y si podemos asegurar que realmente posee dichas articulaciones situadas en ambos lados de la cintura. Y si resulta que las tiene, su utilidad debe ser puramente funcional, tan sólo una estructura para sostener las piernas y poder andar por esos mundos de Dios. No sólo es mal bailarín carente de cualquier mínimo sentido del ritmo. Es que sencilla y directamente.. ¡Resulta espantoso! Provoca una pavorosa vergüenza ajena tener que contemplarle. Sin embargo, él está encantado de conocerse a sí mismo, autopercibiéndose como un excelente bailarín, convencido de que su movimiento rítmico es magnéticamente irresistible, y que es esa y no otra, la razón de que todo el mundo se le quede mirando, cada vez que se adueña del centro de la pista. Ella, no da crédito a lo que ve. Nunca pensó que ninguno de sus ex maridos se le diese mucho el baile, pero comparados con: "Esto", le empiezan a parecer todos ellos Fred Asteire. Su baile suscita sensaciones encontradas, como esa escena de una película de terror que te provoca verdadero espanto, pero no puedes apartar tus ojos de la pantalla, y seguir contemplándola.

La siguiente canción que suena en la pista es "Thriller" de Michael Jackson.... ¡El acabóse!... 
No existe mayor atentado estético contra el arte de la danza que un bailarín tan infame como éste, imitando al inigualable Michael Jackson en "Thriler", y tocándose el paquete ¡Faltaría más!
Un hombre, con el mismo sentido del ritmo que una gallina clueca en su fase álgida de empollamiento, un hombre sin caderas, pero sobre todo, un hombre sin ninguna vergüenza. Más, no sólo es el movimiento, también la gestualidad, pues las expresiones de su cara son un poema; una oda maestra a la ridiculez más insensata. Ella, hace un rato largo que ha desistido de bailar pues es victima de un incontenible ataque de risa. Ciertamente, este chico es un bailarín catastrófico, pero valora en buena medida su desinhibición y falta de complejos, a la hora de animarse a mover el esqueleto, pues hacia mucho tiempo que no se reía tanto. Y es muy de agradecer.
Ahora, suena "You Never Can Tell" de Chuck Berry, que todo el mundo conoce como "la del baile de pulp fiction". Aquí es cuando ella se suma a la fiesta, y lanza sus zapatos al aire para bailar descalza. La mujer, tiene todo el sentido del ritmo que a él le falta, y realiza una más que digna recreación de Uma Thruman; en cambio nuestro danzarín resulta un trasunto "travoltero" de verbena periférica muy grotesco. Sin embargo, no puede negarse que no le falta sentido del espectáculo, y en algún punto intermedio entre este sentido del espectaculo, y la armonía que está mujer representa, es posible que llegue a producirse un inesperado encuentro. Cuando termina la canción, él recoge los zapatos del suelo y se los da para que vuelva a ponérselos.
Entonces ella, señala con su dedo índice hacia sus pies. Se inclina obediente y se los calza, entre los vítores de los presentes.

Fin de la primera parte.





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